EL HOMBRE QUE SABIA CONTAR HISTORIAS
Los ultimos dias del otoño,en visperas de regresar al colegio,huian los pajaros.Esta huida se sentia en todo: en el aire,en el eco de nuestras palabras devueltas,cuando gritabamos al pie del barranco nombres sin sentido.Aquel era un tiempo bueno para ir en busca del hombre que contaba bellas historias.
Recuerdo que solia ir a por el libro de tapas rojas y doradas,inocentemente oculto bajo un monton de pañuelos y calcetines, "para que nadie lo pudiera tocar ".Con el bajo el brazo,corria hacia la chopera,al fondo del huerto,entre varas de oro,o al cercano bosquecillo de hayas,para ocultarme.Porque al hombre que sabia contar historias no se le podia compartir.Era algo tan simple y tan cierto: no era posible compañia alguna,cuando se oia,leia o recordaba la soledad del Patito Feo,el beso de la Reina de Las Nieves en la frente de Kay...
Un dia - mucho mas tarde - me entere de que el hombre que sabia contar historias se resistia a escribirlas.Sus amigos y admiradores se lo pedian a menudo pero el se negaba.Las historias nacian de sus labios,como los rios,misteriosos y simples.Tal vez sabia que todos los niños del mundo escucharon cuentos,antes de leerlos,y el poseia la voz que crea del aire,del olor de la tierra y la leña quemada,el amor de la pequeña Gerda,la nostalgia de la ultima de las hijas del Rey del mar y sus ojos levantados inutilmente al sol.Seguramente sabia que su voz puede volver siempre,año tras año,a traves de pueblos,islas,ciudades y arboles.De noche,como el sueño,alli donde no llegan el tren ni las noticas,regresara la historia que el conto,a los oidos atentos de unos niños que se iran a la cama llenos de preguntas,porque el hombre que sabia contar historias,a veces,no queria responder.La voz y las preguntas persistiran a despecho del tiempo,la dureza,la vejez.Y,a veces,se filtraran en el vino,y en la tristeza.
No queria escribir sus cuentos,y queria ser actor,autor dramatico,novelista.Decia que sus cuentos eran demasiado fragiles.No queria ser conocido por sus cuentos,pero,al fin,los escribio.Acaso preferia guardarlos en la memoria de los niños,en la melancolia de los hombres.Por aquel mismo sentir - quien sabe - que me empujaba a ocultar su libro,a llevarmelo lejos,donde nadie me pudiera encontrar.Y a veces senti muy cerca un roce sobrecogedor,levante los ojos de las paginas y contemple el vuelo lento y patetico de los once hermanos encantados,en un cielo que no he vuelto a encontrar.
Recuerdo muy biel al hombre que sabia contar historias,sentado frente a mi,sonriendo un poco,afable y hermetico a un tiempo.Yo sabia que era inutil preguntarle por que el pequeño de los once hermanos se quedo para siempre con un ala,en vez de brazo.Por que el viejo Trasgo de Doure,coronado de piñas silvestres y carambanos,reira eternamente en nuestras noches de insomnio;por que el extraño muchacho de ojos negros,en su nave con velas de seda roja,flotara en una interminable noche nupcial,sin recordar a la joven sirena.Hacia algun lugar navegaran aun,el principe del ala abatida,el secreto de la sirenita convertida en espuma de mar,el corazon de plomo del impavido soldadito.Habra algun paraiso para ellos. ( Una vez,hace muchos años,vi ahogada en el fondo del rio,cubierta de musgo,la corona del viejo Trasgo de Doure.Podria jurarlo )
El no me respondio nunca.Solo hablo del Jardin sobre el Tejado,de la Muchacha Ladrona,con su brillante cuchillo y su complicado corazon,del cristalito que se introdujo en el ojo derecho de Kay.Cuantas veces,ya acostada,como todos los niños,saque de bajo la almohada la pequeña linterna de bolsillo,y los busque avidamente entre las paginas del libro de tapas rojas,tan gastadas.Ellos acudian y nacian,resplandecientes,en medio de la oscuridad.
Hace un par de años,una tarde,lo encontre en la ciudad de Copenhague.De pronto,frente a mi,de nuevo.Sentado,enorme y quieto,exactamente como le deje en las brumas,ya tan lejanas de un octubre infantil.No tenia aspecto solemne de escritor,no tenia aire de salvador del mundo,ni parecia proponerse reformar sociedad alguna.Estaba alli,inmovil,levemente sonriente,levemente tierno,levemente maligno.Hablaba del bien y del mal,de la justicia,la injusticia,el egoismo,el amor,la gratitud,el olvido,la alegria...No explicaba que fue del pequeño principe,de su ala mustia como una bandera bajo la lluvia.No decia si,al fin,la pequeña sirena logro la inmortalidad.Nunca dijo a nadie,que yo sepa,quien corono al viejo Trasgo de Doure.El hombre que contaba bellas historias sabia callar a tiempo.
ANA MARIA MATUTE
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home