UN CAMION DE PELADILLAS
Erase una vez dos señores que trabajaban en la empresa de mi padre.Se llamaban Don Cecilio y Don Eustaquio y eran buenos amigos.Siempre estaban de buen humor y siempre se estaban riendo a carcajadas,aunque hubiese veces que llevasen la tristeza por dentro.La vida es dura,incluso para aquellos que tienen una familia y un trabajo fijo.Don Cecilio era bajito y regordete,y tenia un bigote bien cuidado que se iba tiñendo de canas.Don Eustaquio era altísimo y siempre iba repeinado con el pelo hacia atrás.Don Cecilio se reia por lo bajo y Don Eustaquio,cuando se reia,le oian hasta los marineros del muelle donde ambos trabajaban.Ese era su trabajo,vigilar a los barcos pesqueros que iban llegando al muelle y cuidar de que todos los marineros estuviesen contentos con su trabajo.
Mi padre los conocía desde hace mucho tiempo y los tenia en alta estima,no solo por que eran buenas personas,tambien porque eran buenos trabajadores que habían empezado en la empresa a la misma vez y se sabían todos los trucos para llevar a cabo una labor como aquella.
Asi que en muchos fines de semana,o Don Cecilio o Don Eustaquio se pasaban por casa para arreglar unos papeles de ultima hora o simplemente para hacer una visita a la familia.
Don Cecilio siempre traía caramelos que repartia entre todos y Don Eustaquio,siempre repeinado y de punta en blanco,traia una bolsa con churros recién hechos.
Aquellos dos señores formaban parte de la familia,todos en casa les queríamos mucho,asi como ellos nos querían a nosotros.Ellos habían visto como mi padre había creado una empresa de la nada y había confiado en ellos,y Don Cecilio y Don Eustaquio se sentían en deuda con mi padre.
Los tres se querían y se respetaban,con lo difícil que es eso cuando se trabaja junto todos los días y los problemas del mundo laboral.
Yo también les quería mucho y mi preferido era Don Eustaquio,porque Don Cecilio tenia sus días de mal humor por estar agobiado por el trabajo y había veces que no decía ni una palabra y en cambio,Don Eustaquio siempre estaba contando chistes y soltando esas risotadas sonoras que se oian en toda la casa,en toda la oficina y hasta en el cafe en donde desayunaba todos los días.
Tengo la sensación de que todo el mundo quería a Don Eustaquio ya que es casi imposible no querer a una persona con esa risa contagiosa y además,tenia un gran corazón.
Una mañana de domingo cuando yo tenia 7 años,Don Eustaquio llego a casa y tras mantener la típica conversación jovial con mis padres,pregunto por mi.
- ¿ Donde esta Javier ? Le quiero decir una cosa que me acaba de pasar.
Y yo que estaba jugando en el patio de casa,me acerque a la cocina,curioseando al oir aquello.
- Don Eustaquio,digame usted, ¿ Que es lo que le ha pasado ?- Cuenteme,cuenteme.
- Aaaah,estas por ahí,muchachito,pues mira,deja que te cuente.Venia yo con mi coche nuevo por la
autopista de La Laguna y justo delante de mi,habia uno de esos camiones gigantescos,de esos que
van por el muelle a recoger mercancía y después la llevan a su destino,sabes ?
- Claro que si, Don Eustaquio, alguna vez los he visto por la ciudad- dije yo haciéndome el mayor.
- Pues nada,estaba yo detrás del camión y de repente,el conductor dio un volantazo y el camión se
cayo de lado y toda la mercancía quedo desparramada por el suelo y...¿ Sabes lo que era ?
Y yo que ya estaba con la boca abierta,deseaba que Don Eustaquio siguiera con aquella historia.
- Pues resulta que el camión estaba llevando un monton de peladillas! Y todas aquellas peladillas se
quedaron tiradas en el suelo!! Y cuando yo pase por al lado con mi coche,ya estaban llegando un
monton de niños de toda la ciudad para recoger aquellas peladillas que tenían una pinta de estar
buenísimas que no veas!!
- ! No me lo puedo creer! Un Camion de peladillas!!- exclamaba yo,casi ya relamiéndome.
- Que si,todo un camión lleno de peladillas por el suelo,asi que venga,vistete rápido que vamos para
alla,antes que los otros niños se lleven ese tesoro porque,...¿ A ti te gustan las peladillas,no?
Y cuando aun estaba diciendo esto,yo ya estaba en mi cuarto,quitandome el pijama y poniendo la
ropa de salir a la calle y aquella frase se me repetia en la cabeza: !Un camión de Peladillas! Y desde
mi cuarto,tambien escuchaba la sonora risa de Don Eustaquio.
Cuando por fin ya estaba vestido volvia a la cocina y,para mi pena,Don Eustaquio se había ido.
Don Eustaquio era un bromista y me estuvo gastando esa broma durante años y años,y había veces que era un camión de peladillas,y otras veces eran palmeras de chocolate,o turrones o cualquier tipo
de dulce,pero yo siempre me lo crei y,de alguna manera,disfrutaba de aquellos momentos.
Por cierto,Don Cecilio también me gastaba una broma parecida,y los dos lo hacían tan bien y le ponían tanta pasión a la historia que siempre les creía y aquel era un instante mágico.
Ahora soy yo el que les cuenta una historia parecida a mis sobrinos y espero que tu que lees esto hagas lo mismo algún dia, ya que yo sigo creyendo que,algun domingo que otro,hay un camión de peladillas al que le cae la mercancía justo en medio de la autopista,y que a los minutos hay un monton de niños recogiendo aquel tesoro.
En Recuerdo de Don Eustaquio y Don Cecilio y como homenaje a los "Cuentos Por Telefono" o
"Favole Al Telefono" de Gianni Rodari y a todos sus amigos de colores.
Un texto de La Vieja Ola...
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